En agosto del año pasado mientras estaba embarcando en el aeropuerto de Santiago de Chile, observé a una joven norteamericana tratando a su bebé en una manera muy agresiva y descontrolada, la cual llamaba la atención de todos los presentes.
En ese momento mire a otra joven allí en espera de embarque quien comentó: “Esta mujer necesita una lluvia”, a lo que contesté: “No, sino que es la lluvia la que la puso alterada”. Dije esto conociendo que en estas últimas dos semanas había llovido consecutivamente y en la mentalidad de USA esto es algo no deseado.
Lo interesante de dos culturas distintas, una entiende que la lluvia apacigua y la otra reacciona adversamente a la misma.
Aunque las culturas y tradiciones sean diferentes, si vamos a la Palabra leemos que,
18 porque por medio de él [Jesús] los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,
Así que incluso, si estas dos personas en el aeropuerto buscasen de Dios, todas sus diferencias culturales quedarían de lado. No porque haya algo malo en esto, sino por tener un nivel superior, un nivel celestial que transciende las barreras culturales.
Un ciudadano celestial no podría preocuparse por un evento climático al punto de perder la paz. Sino que agradecería a Dios por todas las cosas, inclusive por la lluvia.